Todavía hay quien pregunta, que por qué tiene que haber un día “de la niña”, si estamos molestando tanto con el tema de la igualdad, si ya existe “el día del niño” que es para todos los infantes, inclusivo e igualitario.
En esta última semana he tenido dos conversaciones con dos buenas amigas, ambas misioneras, que me van contando las novedades de nuestros proyectos compartidos en Sierra Leona.
Adriana, me cuenta de que Kadiathu, 17 años, acaba de perder a su hija, de tres. No tenía suficiente con que la hubieran dejado embarazada a los 14, perdiendo la posibilidad de ir al colegio, sino que ahora, además, se le moría la hija en sus brazos por no haberla llevado a tiempo al hospital.
También me contó de otra niña, ésta, alumna de la guardería, a la que su madre le había propinado una paliza, vete tú a saber por qué travesura.
Sandra, me cuenta hoy de, Mariama, de quince años, a la que habíamos becado en la escuela de oficios. Lleva un mes desaparecida, y todos tememos que haya sido engañada, como ocurre a diario, con la promesa de un buen trabajo, o estudios, para convertirla en esclava sexual o como mínimo en “explotada doméstica”. Su plaza será ahora para su hermana Kadiathu, que vivía en el pueblo con una tía, trabajando para ella como una cenicienta, lo cual es otra costumbre muy común cuando los padres, en este caso, la madre viuda cuyo marido mató el ébola, no pueden hacerse cargo de alguno de sus hijos. Normalmente suelen ser las hijas las que son objeto de cesión, por su capacidad de hacer todas las tareas del hogar y además, trabajar en el campo si se tercia.
Por último, con emoción, me cuenta Sandra que en breve irán también a la escuela las nenas de “Don Bosco”, que los Hermanos Salesianos envían allí para que aprendan un oficio que les permita dejar de una vez por todas la prostitución.
Ellas. Las nenas, las niñas. A veces no tienen más que el “día de la niña” en el calendario. Y hasta eso se lo quieren quitar.
